POR: EINAR EDGAR ROCA ROLEDO
La tarde del 19 de julio, un medio digital publicó una nota
respecto a la muerte de César Salinas, expresidente de la Federación Boliviana
de Fútbol. Pensé que se trataba de una noticia falsa, así que busqué en otras
páginas deportivas y ninguna más informaba algo al respecto. Al no haber ningún
otro medio que haya publicado esa información, sentí algo de alivio, pero con
el transcurso de los minutos la noticia se replicaba en distintas páginas.
Horas más tarde se confirmaba el deceso del exmandatario del fútbol boliviano.
En medio de la tristeza de los futboleros, todos los clubes
profesionales de Bolivia hicieron conocer sus pésames, tanto los equipos que
apoyaban a Salinas y los que eran disidentes. Ese momento pensé que los
dirigentes iban a reflexionar y cambiar de
actitud para buscar la unidad del fútbol boliviano, pero fui un ingenuo. No
pasó ni un día y ya se estaba comenzando a hablar de quién sería el
reemplazante de Salinas. Nuevamente comenzaba una disputa por el poder. Los
opositores afirman que el sucesor transitorio es Robert Blanco y los
oficialistas sostienen que debe ser Marco Rodríguez.
Con las normas federativas muy poco claras y las diversas
interpretaciones que se le da, resulta difícil dilucidar quién tiene razón. La
solución más factible es buscar un consenso entre ambos bandos, situación que
parece imposible en esta coyuntura. La división viene desde hace mucho tiempo,
cada dirigente busca su propio interés antes que el interés en beneficio del
fútbol boliviano.
Desde la clasificación al Mundial de Estados Unidos, nuestra
selección de fútbol solo ha cosechado fracasos. Cada Eliminatoria nos volvemos
a ilusionar, pero al final el resultado es el mismo. El principal problema ha
sido el manejo dirigencial. Han pasado varios presidentes y ninguno de ellos ha
hecho algo bueno por el fútbol. Incluso algunos de ellos han estado involucrado
en hechos de corrupción, como el recordado caso de Carlos Chávez inmiscuido en
el FIFA Gate.
Con la reestructuración del fútbol boliviano se pensaba que
todo esto iba a ser distinto. Salinas estaba encaminando ese cambio, pero sus rivales
lo cuestionaban y ponían trabas a sus proyectos. Muchas de las objeciones de
los opositores eran infundadas y se notaba el carácter político de las mismas,
sin darse cuenta que el más perjudicado fue el fútbol boliviano.
Mientras los dirigentes están en disputas personales, los
que sufrimos somos los hinchas al ver frustrado nuestro sueño de una nueva
clasificación a un Mundial. A pesar de los continuos fracasos, el futbolero
está al lado de su selección cuando la necesita. En los momentos más duros de
nuestra Bolivia, las victorias de nuestro combinado nacional han sido capaces
de hacernos olvidar de nuestros problemas. Aún en n un país tan dividido como
el nuestro, cuando juega nuestra selección nos olvidamos de las diferencias y
nos unimos todos en una misma voz. Ojalá que los dirigentes dejen sus intereses
personales, busquen la verdadera unidad de nuestro fútbol y así podamos asistir
nuevamente al torneo más importante de selecciones.
Bien, Einar.
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